Everton vs. Universidad de Chile, Estadio Sausalito, 03.02.10, 34 minutos: Marco Estrada le pone tiza al taco y dispara un misil, Dalsasso se estira pero no alcanza la esférica, que sin embargo remece su vertical izquierdo, rebota y golpea en la espalda del meta ruletero. Autogol de carambola. Estrada alza brazos al cielo y anida manos en palma, pero no para celebrar, sino para generar una serie de sensaciones desconcertantes. Gritan los cielos azules y parte de la hinchada local se emputece por el empate, indiferente del pateador; mientras, la otra mitad se queda silente y perpleja: algunos interpretan el gesto como una disculpa por el gol fortuito (como un tenista que gana un punto por rebote afortunado en la huincha), otros como un intento de abuenamiento con el club que lo vio nacer, otros como la penúltima ironía del penúltimo diente de ajo que Estrada era capaz de insertar en el culo del hincha evertoniano.
¿Penúltimo? Pocos minutos después, el enganche evertoniano, Juan Manuel Olivares, intenta un lujo en medio terreno y Estrada lo persigue en plan de rugbista. Hombre a tierra, amarilla anaranjada, pifiadera en avalancha ensordecedora. Una mueca desencajada, entre el nervio y la sonrisa, se dibuja socarrona en el rostro más bien turbado de Estrada.
¿Penúltimo? Terminado el primer lapso, los jugadores de ambas escuadras se dirigen hacia el sector de camarines y tienen un tránsito obligado en frente de la afición ruletera. Estrada, en un arranque termocéfalo, estira su camiseta y besa el escudo del rival, Universidad de Chile. El público monta en cólera mientras un par de jugadores del Oro y Cielo se le vienen como jabalíes y lo recriminan duramente en el túnel. Episodio tenso, ridículo también, pero que sin duda pudo pasar a mayores dentro y fuera de la cancha.
De aquella forma, quizás el jugador más talentoso surgido de la cantera evertoniana en la última década, reiteraba una conducta que quizás le otorga el mérito de ser el jugador más odioso surgido de la cantera evertoniana: desde ningunear por la prensa al club en incontables ocasiones, hasta gritarle goles en la cara a jugadores y plantel técnico. Sólo le bastaba desafiar a la hinchada, de local, a estadio lleno. Y lo hizo.
Por lo mismo, la mayoría de la afición ruletera le tiene bronca parida. Lamentable, pero de alguna forma no extrañó la noticia, hace casi un año, de que un tipo le quisiera dar una golpiza a la salida de un cine en Viña del Mar. Para la minoría y los más viejos – y aquí me incluyo -, se le tiene entre un desprecio por tanta mala leche, pero también un sentimiento algo piadoso: Estrada, el chiquillo quillotano que a los 17 era un crack en potencia, sondeado por argentinos e italianos, con el bueno de su padre haciéndolas de agente para luego pasar a las truchas manos de Pablo Tallarico, mientras la dirigencia de Everton, entonces algo inexperta y falta de determinación, no sabía exactamente qué hacer con un jugador valioso al cual no podían ni sabían qué precio ponerle, mientras el mismo jugador caía en una suerte de crisis futbolística y motivacional, lesiones, castigos y actos de indisciplina incluso de por medio.
Sin embargo, han pasado los años. Estrada, el cabro chico taimado con sueños de grandeza, si bien es comprensible en su inmadurez de entonces, cuesta hacerlo coexistir con el Estrada crecidito ya, de 26 años, capitaneando un equipo grande, con enormes posibilidades de continuar su carrera en el extranjero y siendo pieza fundamental en la clasificación de Chile al Mundial de Sudáfrica.
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Everton vs. Universidad de Chile, Estadio Sausalito, 03.02.10, 35 minutos de terminado el partido, victoria para el local por 2 goles contra 1: Marco Estrada es entrevistado, a la pasada, por los micrófonos de “Pasión de Cerro”, un equipo periodístico amateur que sigue y viaja con los ruleteros por todo Chile. Las palabras del actual volante azul, nuevamente, provocaron desconcierto, incredulidad, rabia en algunos, compasión en otros.
“Nunca me he olvidado del Everton. Ojalá algún día se dé la posibilidad de poder volver y terminar mi carrera acá. Siempre he llevado al Everton en mi corazón“.
“Viví la etapa mala en Everton en cuanto al tema dirigencial… cuando todavía no era sociedad anónima“.
“Ojalá que llegue el momento en que la gente realmente me comprenda. Soy viñamarino, siempre he vivido acá y vengo siempre acá, entonces… nada… sólo mandarle un saludo a la gente evertoniana de corazón y disculpen todo lo malo“.
Fuente Charlatecnica.cl
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